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Ha sido una proeza, aunque incompleta. Patxi Irigoyen, navarro y de 33 años de edad, estuvo hace pocos días cerca, muy cerca, de coronar el Cerro de las Tórtolas, en los Andes, un pico de 6.160 metros.

Para cualquier aventurero preparado el hecho en sí no tendría ninguna importancia, incluso se podría valorar como un fracaso. Pero el caso de Patxi es diferente: le fueron transplantados ambos pulmones hace ocho años en el Hospital La Fe de Valencia y, además, en el 2006 entró en la historia de los manuales de medicina porque alcanzó un cuatromil; el Breithorn, en los Alpes Suizos (4.164 metros).

En este nuevo reto Patxi se quedó a 345 metros de alcanzar la cima. No fue un problema con sus pulmones, sino con sus intestinos. “Soy un enfermo de fibrosis quística y debo tomar unas encimas pancreáticas para asimilar alimentos que a esa altura te hace las digestiones más pesadas”, señala a ‘La Vanguardia’.

Como en el viaje a los Alpes, a Patxi le acompañaba un equipo médico dirigido por el intensivista valenciano doctor Javier Botella de Maglia. Y como en el anterior ascenso, recogido detalladamente en la revista ‘Medicina Clínica’, los médicos abordaron esta aventura como un nuevo experimento para confirmar lo que tanto les sorprendió en los Alpes; que Patxi logró su objetivo “con normalidad, y con unas condiciones físicas semejantes a las de otros sujetos sanos”.

“Es posible que un trasplantado pulmonar ascienda a 4.000 metros sin que se produzcan alteraciones fisiológicas sustancialmente distintas de las que ocurren en montañeros sanos y normales”, añadía el artículo.

Patxi narra cómo fueron las horas previas al ataque final al Cerro de las Tórtolas, que tuvo que suspenderse: “La noche anterior cenamos, me metí en la cama, hacía mucho frío; por los nervios no dormí bien, apenas media hora y me levanté con el estómago bastante tocado”.

Este joven navarro recuerda que “uno de los médicos decidió quedarse abajo; el montañista que construyó el refugio al poco de ascender se dio media vuelta y eso también me influyó un poco; porque si los que están sanos no pueden, imagínate yo que estaba doblado por el estómago”.

A pesar de esto, Patxi le echó coraje, inició el ascenso final y luchó cada metro. “Avancé, pero cada cincuenta metros era muy duro; vomité, me dieron medicación y me entró el miedo a sufrir un edema pulmonar; no quería que la aventura, que había sido genial, acabara en un hospital”.

Cuenta Patxi que cuando echó marcha atrás se sintió triste. Estaba a 5.815 metros de altura. Había logrado lo que nunca antes un doble transplantado pulmonar. “Pero fue una decisión acertada; además los médicos me dijeron que las mediciones para su investigación a más de 6.000 metros ya no eran posibles”.

Tras la retirada apunta que todos se reunieron en el campamento base, se abrazaron, lloraron, sentían, a pesar de todo, que habían logrado algo muy importante; una experiencia que servirá a otros médicos del mundo.

A Patxi se le diagnosticó en la infancia una fibrosis quística; una grave enfermedad hereditaria que afecta a los pulmones. Su mayor pasión, y hasta que su salud comenzó a debilitarse, era el deporte; en especial el montañismo, correr y conocer los paisajes de su tierra, Navarra.

La fibrosis alcanzó toda su fuerza cuando este joven tenía 25 años, reduciendo su capacidad respiratoria al 19% y obligándolo a estar casi postrado. A los 25 años le fueron trasplantados ambos pulmones en el hospital La Fe de Valencia con éxito, y él mismo reconoció a este diario: “Al poco tiempo me di cuenta de que podía volver a respirar, que ya no tosía, que no me ahogaba, y comencé a correr, nadar…, era increíble, me sentía un héroe”. Y confesó que aprendió a mover el diafragma “para sacar mejor provecho” a sus “nuevos pulmones.

Ahora Patxi descansa. Pero en su cabeza sueña con preparar una nueva escapada, una nueva aventura. Esta vez, dice, al Nepal. “Yo, lo de escalar, lo veo genial; pero casi me apetece más llegar a algún templo de alta montaña y conocer su cultura y sus costumbres”.

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Ha sido una proeza, aunque incompleta. Patxi Irigoyen, navarro y de 33 años de edad, estuvo hace pocos días cerca, muy cerca, de coronar el Cerro de las Tórtolas, en los Andes, un pico de 6.160 metros.

Para cualquier aventurero preparado el hecho en sí no tendría ninguna importancia, incluso se podría valorar como un fracaso. Pero el caso de Patxi es diferente: le fueron transplantados ambos pulmones hace ocho años en el Hospital La Fe de Valencia y, además, en el 2006 entró en la historia de los manuales de medicina porque alcanzó un cuatromil; el Breithorn, en los Alpes Suizos (4.164 metros).

En este nuevo reto Patxi se quedó a 345 metros de alcanzar la cima. No fue un problema con sus pulmones, sino con sus intestinos. “Soy un enfermo de fibrosis quística y debo tomar unas encimas pancreáticas para asimilar alimentos que a esa altura te hace las digestiones más pesadas”, señala a ‘La Vanguardia’.

Como en el viaje a los Alpes, a Patxi le acompañaba un equipo médico dirigido por el intensivista valenciano doctor Javier Botella de Maglia. Y como en el anterior ascenso, recogido detalladamente en la revista ‘Medicina Clínica’, los médicos abordaron esta aventura como un nuevo experimento para confirmar lo que tanto les sorprendió en los Alpes; que Patxi logró su objetivo “con normalidad, y con unas condiciones físicas semejantes a las de otros sujetos sanos”.

“Es posible que un trasplantado pulmonar ascienda a 4.000 metros sin que se produzcan alteraciones fisiológicas sustancialmente distintas de las que ocurren en montañeros sanos y normales”, añadía el artículo.

Patxi narra cómo fueron las horas previas al ataque final al Cerro de las Tórtolas, que tuvo que suspenderse: “La noche anterior cenamos, me metí en la cama, hacía mucho frío; por los nervios no dormí bien, apenas media hora y me levanté con el estómago bastante tocado”.

Este joven navarro recuerda que “uno de los médicos decidió quedarse abajo; el montañista que construyó el refugio al poco de ascender se dio media vuelta y eso también me influyó un poco; porque si los que están sanos no pueden, imagínate yo que estaba doblado por el estómago”.

A pesar de esto, Patxi le echó coraje, inició el ascenso final y luchó cada metro. “Avancé, pero cada cincuenta metros era muy duro; vomité, me dieron medicación y me entró el miedo a sufrir un edema pulmonar; no quería que la aventura, que había sido genial, acabara en un hospital”.

Cuenta Patxi que cuando echó marcha atrás se sintió triste. Estaba a 5.815 metros de altura. Había logrado lo que nunca antes un doble transplantado pulmonar. “Pero fue una decisión acertada; además los médicos me dijeron que las mediciones para su investigación a más de 6.000 metros ya no eran posibles”.

Tras la retirada apunta que todos se reunieron en el campamento base, se abrazaron, lloraron, sentían, a pesar de todo, que habían logrado algo muy importante; una experiencia que servirá a otros médicos del mundo.

A Patxi se le diagnosticó en la infancia una fibrosis quística; una grave enfermedad hereditaria que afecta a los pulmones. Su mayor pasión, y hasta que su salud comenzó a debilitarse, era el deporte; en especial el montañismo, correr y conocer los paisajes de su tierra, Navarra.

La fibrosis alcanzó toda su fuerza cuando este joven tenía 25 años, reduciendo su capacidad respiratoria al 19% y obligándolo a estar casi postrado. A los 25 años le fueron trasplantados ambos pulmones en el hospital La Fe de Valencia con éxito, y él mismo reconoció a este diario: “Al poco tiempo me di cuenta de que podía volver a respirar, que ya no tosía, que no me ahogaba, y comencé a correr, nadar…, era increíble, me sentía un héroe”. Y confesó que aprendió a mover el diafragma “para sacar mejor provecho” a sus “nuevos pulmones.

Ahora Patxi descansa. Pero en su cabeza sueña con preparar una nueva escapada, una nueva aventura. Esta vez, dice, al Nepal. “Yo, lo de escalar, lo veo genial; pero casi me apetece más llegar a algún templo de alta montaña y conocer su cultura y sus costumbres”.

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